No quieren ganar elecciones sino destruir e intervenir Venezuela
La semana pasada un grupo de militantes chavistas entró al Parlamento y golpeó a varios diputados opositores, generando un escándalo que recorrió el mundo en pocos minutos, con la ayuda del Partido de la Derecha Mediática Mundial (El Nacional, El País, O Globo, Caracol, Clarín, El Mercurio, entre otros).
Sin embargo, ninguno de esos grupos mediáticos informó que el día anterior, militantes opositores habían quemado vivo a un hombre por el pecado de ser chavista. De eso no nos enteramos, como tampoco de que ya son ocho las personas quemadas en los últimos 100 días acusadas de chavismo por opositores.
Estos dos hechos muestran una de las facetas de la actual situación en Venezuela, y cómo la política se vuelve cada vez más violenta. Pero además, muestran la dimensión del cerco informativo.
La principal diferencia entre las partes en disputa es que el ataque en el Parlamento fue inmediatamente condenado por el presidente Nicolás Maduro y la mayoría del Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV). Sin embargo, ningún dirigente de la Mesa de Unidad Democrática (MUD, la oposición de derecha) condenó la quema de personas ni la reaparición de Óscar Pérez, el capitán del Ejército y actor aficionado que la anterior semana había robado un helicóptero y bombardeado el Ministerio del Interior y el Tribunal Superior de Justicia.
Al contrario, los principales dirigentes opositores apuestan a generar un caos político que haga invivible a Venezuela, sin importarles las pérdidas materiales ni humanas. Esa violencia increscendo encuentra su contrapartida en el lado chavista, ya que existe un pueblo organizado, con una democracia a mitad de camino entre lo representativa y lo participativa y no sólo verdadero poder sino también armas en manos de colectivos sectoriales (poder popular comunal, obrero, estudiantil, etcétera). Es decir, la violencia genera violencia, y es muy difícil contener la reacción lógica ante tanta violencia premeditada de la derecha que viene apostando por el golpe permanente desde hace más de 15 años.
Sin embargo, se empiezan a ver grietas en ambos lados. Por el lado del chavismo, hay mucha división en muchas cosas, como siempre, ya que a pesar de la mentira mediática de que gobierna un régimen dictatorial y autoritario, lo cierto es que en Venezuela, y sobre todo dentro del chavismo, todo se discute y todo el tiempo. Pero principalmente respecto a cuál es la mejor forma de responder a las provocaciones de una derecha golpista, hay posiciones encontradas. Es que si decimos que la oposición busca el caos, lo peor que se podría hacer es favorecer ese caos.
Por eso el presidente Nicolás Maduro condenó inmediatamente y pidió que se investigue la irrupción de una veintena de supuestos militantes chavistas en el Parlamento y la agresión a trompadas contra diputados.
Del otro lado, se ve también una diferencia entre el sector liderado por Henrique Capriles, quien perdió las elecciones con Maduro por un punto porcentual, y el resto de la oposición, que a pesar de compartir un espíritu reaccionario, divergen mucho en lo ideológico y metodológico, y los une el odio y el espanto hacia el proceso bolivariano. Es que Capriles ha descubierto que la democracia puede servir, ya que ellos pueden ganar. Después de más de 15 años de perder elección tras elección, por fin en 2015 la oposición ganó bien y se quedó con tres quintos de la Asamblea Nacional, que es el Congreso. Esta es la gran diferencia en las filas opositoras: un sector, el de Capriles, apuesta a ganar las elecciones presidenciales de 2018. Otro sector no, apuesta al caos político, económico y social, quiere destruir un país, incluso con su gente adentro, y busca deliberadamente la intervención internacional, fiel a su cipayismo frente al Imperio.
En esa posición se inscribe el principal aliado mundial de la oposición venezolana más antidemocrática: el gobierno argentino. Mauricio Macri no pierde oportunidad en foros internacionales para abonar esa necesidad de intervención imperialista a Sudamérica, como volvió a hacer en Alemania. Y su partido, el PRO, llega a extremos impensados. La semana pasada también, la presidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados, Cornelia Schmidt Liermann, anunció que harán una presentación en la Corte Internacional de La Haya para buscar la intervención de la comunidad internacional en Venezuela. Y sabemos lo que eso significa, está muy fresco lo de Irak, lo de Libia, y vemos todos los días cuál es la forma de intervenir, ayudar y pacificar que tiene la comunidad internacional en Siria. A eso sumémosle que Venezuela tiene las mayores reservas probadas de petróleo de todo el mundo. Habría que investigar cuál sería la tajada para las empresas relacionadas con el mundo petrolero de la oligarquía amiga del macrismo. O si es simplemente una cuestión de afinidad ideológica con el Imperio.
El diputado nacional Guillermo Carmona (FpV Mendoza), quien también integra la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara Baja, dijo a La Nueva Mañana: “¿Sabe quién preside pro témpore el Mercosur, Unasur, y ahora también el G20? Mauricio Macri. Si él quisiera ayudar a Venezuela debería instar al diálogo, y no seguir apostando por la intervención internacional ni seguir estando detrás del intento de golpe institucional”.
En definitiva, el gobierno argentino está siendo cómplice ya no sólo del neoimperialismo y del neocolonialismo, apostando a la intervención en Venezuela, sino también de una oposición terrorista que tiene las manos manchadas con sangre y que en esta última ola de violencia política es responsable por la muerte de más de 100 personas. La moda ahora es quemar vivos a chavistas. Esos son los amigos de Macri, Connie (Cornelia Schmidt Liermann), Amadeo, Oscar Aguad, y compañía. Por ahora los salva el cerco informativo del Partido de la Derecha Mediática Mundial, tan importante para estas cosas, y sobre todo para ocultar a los asesinos seriales. Ya lo dijo Homero Manzi en relación a uno de los precursores de esta confluencia entre genocidio y mentira: “Bartolomé Mitre era tan cobarde, que tuvo que inventarse un diario (La Nación) para que lo defendiera de la historia”.
Lo que están haciendo en Venezuela es una mezcla de lo que le hicieron a Salvador Allende en Chile antes del golpe de Pinochet (una guerra económica despiadada), mezclada con las revoluciones de colores de Europa del Este (Georgia 2003, Ucrania 2004 y 2014, Kirguistan 2005) y lo más dramático y reciente de Libia y Siria. Están apostando a la muerte. Y el gobierno argentino es cómplice de esto. La historia no los absolverá, aunque los diarios de hoy sí.
Nota publicada en https://lmdiario.com.ar