Los mongoles y los insultos: desde «bárbaros» hasta «mongólicos»
Por Mariano Saravia
Los mongoles, a partir del Gengis Khan, salieron de la estepa siberiana y conquistaron entre los siglos 13 y 14 casi todo el mundo conocido: China, Asia Central, Irán, Irak, el sur de Rusia y una parte de Europa.
Los uigures del Turkestán fueron sometidos a principios del 1209, y aportaron la escritura, y una burocracia y diplomacia avanzada. Luego entraron por el sur de la China hasta tomar Pekín en 1215.En 1237 derrotaron al Rus de Kiev (la primera Rusia, en lo que hoy es Ucrania) y luego se enfrentaron a la Rusia de Novgorod. Luego ocuparon la Gran Armenia, y los territorios que hoy constituyen Azerbaiyán y Georgia. En 1258 ocuparon Bagdad y en 1260 Damasco. En un momento llegaron desde la península de Corea, en las playas del Océano Pacífico, hasta el Siria en el Mediterráneo.
En Rusia los Mongoles constituyeron el Canato de Crimea y la Horda de Oro. Quedarán hasta hoy como en vastas regiones como los tártaros. En China instituyeron la Dinastía Yuan (mongola) que gobernó durante un siglo, antes de la dinastía Ming. Y más adelante, en la India (y Bangladesh, Nepal, Bután, Pakistán, Afganistán y parte de Irán) fueron el esplendoroso imperio Mogul.
Tenían una técnica que les daba superioridad ante cualquier otro pueblo: el estribo. Además de ser diestros jinetes, al poder apoyar sus pies en el estribo, con una gran fuerza de piernas y equilibrio general, soltaban las riendas y al galope manipulaban el arco y la flecha, lo cual los volvía una máquina de ataque en movimiento. Es cierto, eran crueles y despiadados. Pero no sólo eran eso. También crearon un centro de traducción de lenguas: chino, uigur, mongola, persa y árabe. Incorporaban y usaban las capacidades políticas y burocráticas de los pueblos sometidos. Con esto combinaban una superioridad militar nómada, con una eficiencia administrativa sedentaria.
Y ni hablar de las comunicaciones, su fuerte. Tomaron de los chinos la idea de un sistema de postas y relevos para los mensajeros que, a través de rutas postales, unían un territorio tan inmenso. Esas rutas luego fueron rutas militares y, por supuesto, comerciales. De ahí las famosas “Ruta de la Seda” y más adelante la “Ruta de las Especias”.
Por estas rutas controladas por los mongoles circulaban militares y burócratas, pero también médicos, científicos, artistas, comerciantes, artesanos, banqueros y religiosos de todo tipo que gozaban de mucha tolerancia: musulmanes, budistas, judíos, cristianos, zoroastristas e hinduistas).
¿Qué se transportaba? No sólo seda (cuyo secreto quedaba en China y en India se teñía) y especias, sino todo tipo de mercancías, obras de arte. Y sobre todo conocimiento, técnicas, creencias, ideas.
¿Eran bárbaros? No, al contrario. Aportaron mucho a los intercambios culturales entre los pueblos. Los mongoles eran como abejas que polinizan y llevan de aquí para allá y de allá para acá.
Lo que pasa es que la historia oficial que nos llega es la que escribieron los europeos, con una mezcla de miedo, ignorancia y resentimiento. Se llegó al punto de decir que cuando un bebé nacía con lo que hoy llamamos síndrome de Down, tenía “rasgos mongoloides”. No sólo por los rasgos de la cara, sino también por una alteración genética, que supuestamente no podría provenir nunca de un europeo, seguramente era producto de que la mujer había sido violada por un mongol. De ahí los términos mongólico o mogólico que aún hoy algunas personas usan despectivamente.
¿Qué si eran crueles? Claro que sí. Pero no más crueles que lo que fueron los cruzados europeos.
Lo cierto es que, gracias a los mongoles, se podía viajar desde Italia hasta India o la China, como cuentan las crónicas de Marco Polo o Jean Du Plan Carpin. Ese mismo viaje, en la actualidad, es imposible de hacer por la infinidad de peligros, pueblos destruidos o en proceso de destrucción, todas situaciones derivadas del colonialismo pasado o del imperialismo actual de Occidente.