Los falsos cooperativistas son sólo asesinos del viceministro boliviano
El linchamiento del viceministro del Interior de Bolivia, Rodolfo Illanes, prendió todas las luces rojas. En un momento de reflujo neoliberal en todo el continente, un conflicto como éste alarma. Las informaciones son escasas y, como siempre, contaminadas con la tergiversación típica y malintencionada. Muchos leen las noticias y ven en ellas un conflicto entre parte del pueblo boliviano y su gobierno. Se habla de cooperativistas y mineros en pie de lucha en el Altiplano.
Nada más alejado de la realidad. Porque no son ningunos cooperativistas, o a lo mejor alguna vez lo fueron. Pero se trata de unas cooperativas manejadas por pocos que controlan la explotación de yacimientos, explotan también a los verdaderos mineros y ahora exigen poder asociarse a capitales privados internacionales, o directamente transferirles sus concesiones transformándose ellos en rentistas, y en perjuicio de los trabajadores, del medio ambiente y de Bolivia.
Ese es el conflicto de fondo que tuvo su pico el jueves con el asesinato a golpes de Illanes, que había ido hasta Panduro (entre La Paz y Oruro) para negociar el levantamiento del bloqueo de carreteras. Sorprendido en su buena fe, el viceministro fue secuestrado a la mañana y a la tarde linchado, algo que forma parte de una cultura ancestral que incluye la justicia comunitaria. Pero que uno reconozca que estas prácticas existen y que forman parte de una cultura ancestral no significa que pueda ser usada en cualquier contexto, o aprovechada por intereses espurios. Apenas se conoció la trágica noticia, uno pensó cómo seguiría el conflicto, si ya de inicio se arrancaba con la muerte de un viceministro.
Sin embargo, hoy la situación política es otra. Quedó muy claro que los cooperativistas no son tales, que son simples empresarios que han perdido cualquier vocación social o pertenencia de clase, si es que la tuvieron alguna vez. Quedó claro también que no tienen el más mínimo apoyo popular. Y sobre todo quedó claro que lo sucedido esta semana fue un simple y llano asesinato. Por todo eso, ellos escaparon como lo que son, delincuentes, y desbloquearon la carretera para esconderse de la policía y la Justicia. Si fueran realmente trabajadores o cooperativistas con reivinidicaciones genuinas, seguirían ahí firmes, al pie del cañón. Uno eso lo sabe, conociendo la firmeza y la combatividad del pueblo boliviano.
Por lo tanto, la tragedia no tiene remedio y nadie devolverá la vida a Illanes, un hombre que se arriesgó al límite de lo humano por cumplir con su deber de funcionario. Pero políticamente, el gobierno puede salir fortalecido de este gravísimo error de la derecha vernácula e internacional, que no deja de conspirar contra Evo por todas las formas y caminos.