El virus contagia más en la división

El aislamiento social salva y preserva del contagio. Pero el aislamiento político ayuda a que el coronavirus haga estragos en Sudamérica.
Estamos viviendo una crisis global como nunca antes se había vivido.
Nunca, en la historia de la humanidad, ninguna catástrofe natural, ninguna guerra, ninguna pandemia, afectó a todos los rincones del mundo de la forma que lo está haciendo el corona virus.
Ahora bien, a una crisis global, debería oponérsele una respuesta global. O por lo menos regional. ¿O no?
Sin embargo, en Sudamérica no tenemos con qué dar una respuesta ya no global, sino al menos regional.
¿Por qué? Pues simplemente porque teníamos esas herramientas pero las destruyeron los últimos gobiernos neoliberales en la región. Me estoy refiriendo a herramientas como Mercosur o Unasur, que fueron importantísimas para conjurar otras crisis mucho menores y hoy serían fundamentales. Con la excusa de que eran construcciones basadas en afinidades ideológicas, las destruyeron los Macri, los Bolsonaro, los Lacalle, las Jeanine Añez, entre otros y otras. Pero lo cierto es que eran construcciones supranacionales que iban mucho más allá de afinidades ideológicas. Prueba de ello es que en épocas de Chávez, Lula, Mujica, Kirchner, Lugo, Correa y Evo, también convivieron con el paraguayo Duarte Frutos, con distintos gobiernos peruanos que nunca se salieron del neoliberalismo y hasta con gobiernos definitivamente de derecha como el de Álvaro Uribe en Colombia y Sebastián Piñera en Chile. Pero entendieron que la unión hace la fuerza y que esa integración regional –la mayor en 200 años- era buena para todos nuestros pueblos, más allá de las orientaciones de cada gobierno en políticas internas. El propio Ernesto Samper, último secretario general de Unasur, y a quien nadie podría tildar de izquierdista y ni tan siquiera de populista, viene repitiendo lo mucho que se extraña aquella unión sudamericana que llegó a evitar un golpe en Bolivia en el 2008, un golpe en Ecuador en el 2010 y una guerra entre Colombia y Venezuela en el 2011.
Sin embargo, hoy tenemos el Grupo de Río, que se muestra cada vez más como lo que realmente es: un grupo de países lacallos al servicio del Imperio estadounidense y que fue conformado sólo para desestabilizar a gobiernos de signo político distinto, principalmente al de Venezuela.
O la OEA, que en esta circunstancia brutal, brilla por su ausencia, dándole la razón a Ernesto Che Guevara cuando sostenía que la OEA es el “Ministerio de Colonias de Estados Unidos”.
En estos momentos dramáticos hasta Rusia y China colaboran con su acérrimo enemigo Estados Unidos, convertido en las últimas horas en el epicentro de la pandemia.
Pero demos un recorrido por los países de Sudamérica, hoy tratando de hacer frente al drama cada uno por su lado y sin ningún tipo de acción conjunta.
Uruguay. Tiene una cuarentena relativa, más estricta en Montevideo y mucho más laxa en el interior, sobre todo en la costa.
Paraguay. Está en cuarentena desde el 11 de marzo pero hoy miércoles 1º de abril se implementaron medidas más estrictas. Paraguay es el único país de Sudamérica que reconoce a Taiwán (una provincia rebelde de China) y normalmente recibe dádivas de los taiwaneses a cambio de esa histórica postura en política exterior. Esta semana, Taiwán mandó a Paraguay 60 respiradores artificiales que literalmente fueron robados por el gobierno de Donald Trump. Confiscados en el aeropuerto de Miami, donde el cargamento médico hizo una escala. La rapiña de Trump denota la desesperación del gobierno estadounidense por la situación. El gobierno de Paraguay evitó denunciar el hecho, para no enemistarse con su amo.
Bolivia. El gobierno golpista de Jeanine Añez aprovechó la pandemia para suspender las elecciones presidenciales previstas para el 3 de mayo y el parate proselitista le vino como anillo al dedo, aunque también se juega mucho porque la gestión de la crisis hasta ahora es paupérrima. La cuarentena es difícil de cumplir en un pueblo donde el comercio informal es tan importante, sobre todo en poblaciones como El Alto, Cochabamba o Santa Cruz de la Sierra.
Perú. Es uno de los países más afectados de la región. Sin embargo, el gobierno neoliberal de Martín Vizcarra aplicará el mayor plan de intervención estatal para buscar un salvataje de la economía, por 25 mil millones de dólares. Es un ejemplo de los tantos neoliberales que hoy redescubren el rol del Estado.
Chile. No es el mismo caso. El rescate estatal está más dirigido a los grandes capitales que a las familias. Piñera decidió una ayuda de 50 mil pesos chilenos (equivalente a unos 3 mil pesos argentinos) para las familias más pobres. Totalmente insuficiente. Hay estado de sitio que ayuda a evitar cualquier protesta, recordando que esta crisis se da en el marco de una crisis mayor, social, económica y política, que explotó en octubre pasado. Hay estado de sitio, pero la cuarentena no es total ni general, una incoherencia. En Santiago, hay cuarentena en las siete comunas más ricas, pero en las poblaciones (nuestras villas miseria) no la hay y los transportes públicos siguen funcionando abarrotados de trabajadores. El mensaje estatal es: si sos rico, a la casa, si sos pobre, a trabajar, y si te enfermás, lo siento, y si te morís, lo siento.
Ecuador. Guayaquil se transformó en un inmenso gueto, en el que nadie entra ni sale. El gobierno neoliberal de Lenín Moreno dio un bono para los más desprotegidos de 60 dólares, totalmente insuficiente para una economía dolarizada. Estallaron denuncias de desmanejos corruptos en torno a material médico en plena crisis. Hay mucho malestar social.
Brasil. Es el caso más alarmante, por la irresponsabilidad de su presidente Jair Bolsonaro. Sigue hablando de gripezinha, y menosprecia la crisis, que se cobró 7 mil infectados y 240 muertos. Bolsonaro es el abanderado de las posiciones neoliberales de elegir a la economía por sobre la vida de las personas. Es decir, salvar las ganancias de los capitalistas a costa de la muerte de muchos de los que salen de sus casas para trabajar. Es así de simple, los que adoptan posiciones favorables a flexibilizar la cuarentena, consciente o inconscientemente están siguiendo las posturas que privilegian la locura capitalista por sobre la salud y la vida, que debería ser lo más sagrado. La economía puede caerse y levantarse, la vida que se pierde no. Preocupa la inestabilidad política de Brasil porque el presidente se ha quedado solo, ha perdido los apoyos de todos los gobernadores y de parte de su propio gabinete, empezando por el mismísimo ministro de Salud. Hasta los militares en el gobierno se están despegando de sus posiciones grotescas y ridículas. Lo mismo se puede decir de los grandes medios hegemónicos. Ya se habla de la posibilidad de un juicio político y hasta de una renuncia forzada. Pero será difícil, porque la pelea en el barro es su terreno y todavía conserva un apoyo considerable de parte de la población. Pero Bolsonaro está llevando a Brasil a un escenario que algunos prevén de más de 100 mil muertos.
Y está al lado nuestro. Y nosotros, como dijimos al principio, sin herramientas supranacionales que pudieran significar acciones conjuntas.