El espejo chileno que nos imponen
El domingo que viene habrá elecciones en Chile para elegir presidente y renovar el Congreso. Se prevé un triunfo de Sebastián Piñera, el candidato de la derecha neoliberal. Lo que no es seguro es si ganará en primera vuelta o necesitará ir a un ballottage con el candidato socialista, el ex presentador de noticias Alejandro Guillier. El sistema chileno es distinto al de Argentina. Allá se usa el sistema francés, o sea que para ganar en primera vuelta hace falta el 50 por ciento más un voto. Se suma un dato curioso, durante años, Guillier fue la cara visible de las noticias en el canal de televisión propiedad de Piñera. Hoy se enfrentan en las urnas.
El tercero en discordia es el Frente Amplio, un nuevo bloque de partidos de la izquierda extraparlamentaria o izquierda nueva, que lleva como candidata a otra periodista, Beatriz Sánchez. Además, habrá otros cinco candidatos en la conversación.
Sin embargo, el gran dato será la abstención, que según los sondeos previos, llegará a más del 60 por ciento del padrón electoral. Sí, no leyó mal, votará menos del 40 por ciento del padrón.
Esto sucede porque en Chile votar es optativo, y encima hay que inscribirse previamente. Pero además, porque la política ha caído en un gran desprestigio, y la frase más escuchada es que votar o no votar no cambia nada, porque gane quien gane el chileno común tiene que levantarse todos los días para salir a buscar el sustento de su familia.
La semana pasada tuve la posibilidad de estar en Chile con un grupo maravilloso de 20 cordobeses y cordobesas. Fue dentro de los viajes culturales, históricos y políticos que se han dado en llamar “viajadores”. La idea es el “antiturismo”, es decir salirse de los estándares, circuitos y prácticas tradicionales del turismo. En el caso de Santiago, no ir ni a los shoppings ni a los malls de Apoquindo, Las Condes o Providencia, dejar de lado la histeria de las compras y encarar más bien hacia el Chile profundo.
Recorrimos lugares históricos como los de las batallas de Maipú y Chacabuco, o Til Til, donde mataron a Manuel Rodríguez. Estuvimos con grandes historiadores, como el mediático Jorge Baradit, con grandes artistas como el recordado Patricio Manns, con políticos como los alcaldes de Valparaíso y Recoleta, y con dirigentes sociales.
Ser “viajador” te permite conocer cosas que como turista no conocerías nunca. Por ejemplo, que el salario mínimo es el equivalente a 7.500 pesos argentinos, la jubilación mínima a 4.000 pesos argentinos, pero las cosas están igual o más caras que aquí. Un pasaje de subte cuesta 20 pesos argentinos, y comer en un restaurante común entre 300 y 500 pesos. Las cosas baratas son muy puntuales, algo de ropa y sobre todo la electrónica. A esto, hay que sumarle que no existe la educación gratuita como la conocemos nosotros, y menos que menos la salud universal y gratuita.
Es decir, un sistema neoliberal afianzado que no se modifica con los cambios de gobierno, lo que parecería darle la razón a esa gran mayoría que no se interesa por votar. Es más, desde la vuelta de la democracia en 1990, mayoritariamente ha gobernado la coalición de partidos que gobierna hoy, formada especialmente por demócratas cristianos y socialistas (y hoy con la incorporación también de los comunistas). La derecha sólo gobernó con el primer mandato de Piñera, entre 2010 y 2014.
En Chile, la palabra clave es: estabilidad. Y la estabilidad puede ser muy buena, o también muy mala, cuando significa estancamiento, imposibilidad de cualquier cambio. Y si esa estabilidad es impuesta “por la razón o la fuerza”, como dice el escudo de Chile, la cosa se parece mucho a un sistema que oprime al pueblo.
De hecho, tampoco se ve en Chile una reacción popular frente a esta situación. El nivel de sindicalización no llega al 10 por ciento de los trabajadores y la huelga es una palabra desconocida, porque la reforma laboral hacia la que vamos los argentinos es una realidad desde hace mucho en Chile.
Chile sigue siendo el ejemplo en el cual la derecha argentina quiere que nos miremos, pero por todo lo que he venido contando. Que esto quede bien clarito, quieren que nos parezcamos a Chile en todo esto: en romper la tradición de lucha y de sindicalización, para garantizar un sistema cada vez más desigual pero que además garantice estabilidad. Los méritos de ese sistema que también nos refriegan los políticos y periodistas de la derecha argentina, son mentira. Como que hay menos corrupción y que todo funciona bien y en regla: en una semana no me dieron un ticket ni una factura fiscal en ningún lado, sobre todo en restaurantes o negocios menores.
Son las ventajas de viajar como “viajadores” y no como turistas. Salir un poco de los malls y los shoppings, esos “no lugares” que no habilitan para decir que uno conoce Chile. O cualquier lugar.