Mariano Saravia
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Especialista en Política Internacional

COMPARAR

abril  2020 / 17 Comentarios desactivados en COMPARAR

En medio de la pandemia del coronavirus, tres ejemplos de extrema vergüenza: Estados Unidos, Brasil y Bolivia.
Para bien y para mal, el ser humano tiene una capacidad infinita de adaptación.
Para bien, nos estamos adaptando al encierro, un encierro que entendemos es temporal y que no es para castigarnos sino para preservarnos.
Para mal, nos estamos acostumbrando a barbaridades de parte de algunos gobernantes. Actitudes que en cualquier otro contexto serían inaceptables. Que hace sólo unos meses, serían simplemente increíbles, parte de una ficción o de un cuento de realismo mágico escrito por García Márquez.

Estados Unidos:
Tiene 700 mil casos de coronavirus, igual que la cantidad de millones de dólares que sigue gastando por año en armamento. Pero no tiene barbijos para sus médicos ni respiradores artificiales para sus enfermos.
Tiene 35 mil muertes, y entre el jueves 16 y el viernes 17 se produjeron 4.500 muertes más, récord mundial de víctimas fatales en un día. Pero el presidente Donald Trump dice que ya pasó el pico. Sería para reír si no fuera tan trágico
Sigue nombrando al virus como “virus chino” o “virus de tierras lejanas”, mientras recibe asistencia en material médico de… China.
También Rusia ha enviado donaciones para colaborar con la situación desesperante de Estados Unidos, pero su gobierno sigue jugando al ajedrez geopolítico e incrementa las sanciones económicas contra Irán, Cuba y Venezuela, generando una situación dramática en esos países.
Mientras su población necesita de las Fuerzas Armadas para colaborar en la emergencia, Trump manda soldados y portaaviones a amenazar con invadir Venezuela.
En el peor momento sanitario de la humanidad, quita todo el financiamiento a la Organización Mundial de la Salud, de la cual Estados Unidos es más deudor que acreedor, dicho sea de paso.
Se pelea con los demócratas, con los periodistas, con los jueces y con los gobernadores.
Llegó a decir que su poder “es total” en decisiones sanitarias, a lo que el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, le respondió que existe una constitución, que los estados son preexistentes a la unión y que en Estados Unidos no hay reyes sino presidentes.
Y ahora amenaza con cerrar el Congreso, con la excusa de que necesita designar 15 cargos menores en su administración. En toda la historia de Estados Unidos ningún presidente cerró el Congreso, en ninguna crisis.
Está desesperado por priorizar la economía por sobre la salud de su gente y este jueves 16 anunció el cronograma para “volver a la normalidad”, mientras cada día aumentan los contagios y los muertos y los expertos prevén que el pico de la pandemia llegará en mayo.

Brasil:
Tiene 30 mil casos de contagiados, pero expertos de las universidades de San Pablo y de Brasilia dicen que podrían ser 15 veces más.
Tiene 2 mil muertos y el presidente Jair Bolsonaro dice que “ya pasó el pico”, copiando casi textualmente las palabras de su admirado Donald Trump.
Bolsonaro ya no repite que se trata de “un resfriadito” pero sigue saliendo a la calle, violando la cuarentena y el distanciamiento social, algo inimaginable de un presidente.
La novela con su ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, duró más de dos semanas, que si lo echaba, que si no lo echaba, haciendo perder recursos y energía al país que debería tener un rumbo, aunque fuera equivocado, pero un rumbo.
Bolsonaro se peleó con todos: con la oposición, con todos los gobernadores, con el Congreso, con la Justicia, con los medios de comunicación, con los militares, y hasta con su propio gabinete.
Está más solo que nunca, pero mantiene cierto apoyo en grupos duros de sus votantes de extrema derecha y en los grupos evangélicos que orbitan en torno a la CIA y los grupos de lobby norteamericanos. Sin embargo, a pesar de su soledad, sigue conspirando contra su propio pueblo.
Brasil ha despilfarrado el prestigio internacional que había logrado con Lula, cuando entró al grupo BRICS, cuando mediaba en conflictos internacionales, tenía una voz respetada y hasta presionaba con posibilidades para entrar como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU.
Hoy se ve a Brasil con pena, por el desmanejo de la situación y los avatares de un presidente que es una caricatura de sí mismo, vociferando cosas que no tiene posibilidades de concretar. Destruyendo e incendiando todo mientras su población muere a ritmo sostenido.

Bolivia:
Muchos países del mundo han tenido dificultades para repatriar a sus ciudadanos cuando se declaró la cuarentena producto de la pandemia.
Pero ningún país del mundo ha cerrado sus puertas a sus connacionales teniéndolos en la frontera misma e incluso reprimiéndolos para que no entren.
Pero sí el gobierno de facto de la golpista Jeanine Añez, que reprimió a más de mil bolivianos varados en el norte de Chile. Son jornaleros y obreros golondrinas con sus familias que quieren volver a su país, porque en Chile se quedaron sin trabajo y se están muriendo de hambre, literalmente.
Es totalmente impensable que no se deje entrar al país a sus connacionales, y más en una situación tan grave como ésta.
La situación fue denunciada por la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet, quien responsabilizó directamente al gobierno golpista de Añez.
Incluso el gobierno neoliberal de Sebastián Piñera hizo más por los bolivianos que la propia Añez. Chile tuvo que aceptar que las personas pasaran parte de la cuarentena en Iquique y luego la siguieran del lado boliviano.

Son tres casos extremos. Casos ridículos. Casos que deberían ser increíbles, pero lamentablemente son reales. Casos que causarían risa si no supiéramos que culpa de esto hay gente muriendo.

Compará con la gestión de la crisis que está llevando adelante el gobierno argentino.

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