Fue fundamental, la batalla más importante de las que se libraron en lo que hoy es Argentina.Allí, Belgrano salva la Revolución, desobedeciendo a Rivadavia que le había ordenado seguir bajando hasta Córdoba, que era la cuna de la contrarrevolución. Esta batalla muestra a un pueblo en armas (jujeños, salteños y tucumanos, principalmente), muestra que la Guerra de la Independencia la hicieron las grandes mayorías del interior, los gauchos, los criollos, los negros, los indios, los paisanos, las mujeres, todo un pueblo en armas.Pero también esta batalla nos muestra toda la humanidad de Belgrano y nos incentiva a superarnos a nosotros mismos. Porque eso hizo Belgrano, superarse a sí mismo. Hasta ahí, militarmente Belgrano era un perdedor, las dos batallas que había librado en su vida las había perdido: Paraguarí y Tacuarí. Él no era un militar de carrera, pero no tuvo problemas en ponerse las botas y agarrar el sable. Se supera a sí mismo, cree en su pueblo y vence en Tucumán contra la fuerza realista que era el doble de numerosa y poderosa (6000 combatientes realistas con 13 cañones contra 3.500 patriotas y 4 cañones).A nosotros nos siguen vendiendo un Belgrano de “bajas calorías”, vaciado de contenido, que aparentemente lo único que hizo fue la bandera. Pero la Batalla de Tucumán nos muestra a Belgrano en toda su dimensión. Y sobre todo, nos empodera. Porque Belgrano no es el genio militar que fue San Martín, “una máquina de guerra” como lo definió Bolívar. No, Belgrano es todo lo contrario. Belgrano es el antihéroe, es el ser humano común y corriente, como vos y como yo, que con convicción, con coraje, con entrega y sobre todo con espíritu colectivo, es capaz de hacer cualquier cosa. En el Año de Belgrano, hoy 24 de setiembre, es estruendoso el silencio de los medios y de los gobiernos sobre quizá lo mejor que hizo Belgrano en su vida: la Batalla de Tucumán.