Mariano Saravia
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Especialista en Política Internacional

El mundo después de Fidel

diciembre  2016 / 11 Comentarios desactivados en El mundo después de Fidel

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NOTA PUBLICADA EN http://lmdiario.com.ar/ LA NUEVA MAÑANA

“Se cierra una etapa para Latinoamérica”, fue la primera expresión pública del gobierno argentino ante la muerte de Fidel Castro, casi como un festejo. Fue la canciller Susana Malcorra, que sigue cometiendo error tras error y mantiene a la deriva la política exterior de la Argentina.

Detrás de la frase de Malcorra se esconde una trasnochada reminiscencia de las tesis noventistas de Francis Fukuyama, aquellas del fin de la historia y la muerte de las ideologías. Es lo que quisieran.

Sin embargo, la muerte de Fidel no cierra ninguna etapa ni representa la muerte de ninguna ideología, como algunos están deseando, augurando supuestos cambios drásticos en el futuro próximo de Cuba.

Sin embargo, como dijo alguna vez el comandante sandinista Tomás Borge sobre la muerte de Fonseca, Fidel “es de esos hombres que nunca mueren”. Se transforman en mitos.

Es cierto que con Fidel se va el último gigante de la historia mundial. Pero sería injusto con él mismo quedarnos con lo personal. Porque Fidel es tan gigante que trasciende a la muerte y se trasciende a sí mismo. Fidel es Cuba, Fidel es la revolución, Fidel es la lucha antiimperialista en cualquier rincón del mundo y Fidel es la esencia del internacionalismo.

Por todo esto, Cuba sin Fidel será fundamental para el mundo. Con seguridad, el pueblo cubano ya ha hecho carne el legado enorme de su líder histórico y sabrá llevarlo a la victoria final. Con el relevo de su hermano Raúl, que ya tomó la posta en 2011 y con los cuadros más jóvenes que están listos para continuar la revolución. Que va a haber cambios, por supuesto. Porque los cambios están en la genética revolucionaria. Es la esencia del materialismo dialéctico, desde Hegel, pasando por Marx y Engels, hasta Fidel y el Che. Una revolución que no se revoluciona a sí misma se convierte en conservadurismo, aunque sea de izquierda.

En esa esencia también está el internacionalismo de Cuba, que hizo que una isla tan pequeña y tan aislada (por la geografía, por el bloqueo criminal yanqui y por la política mundial) hubiera sido tan importante para la geopolítica mundial durante el siglo XX y el XXI.

Cuba fue fundamental en el proceso de descolonización del África durante la década del ’60. En el Congo, con el fracaso del Che que no fue tal porque sembró la semilla para que luego surgieran un Amílcar Cabral, un Thomas Sankara, y para que en otra gesta internacionalista increíble, Cuba fuera fundamental para conseguir la libertad final de Angola, la independencia de Namibia y el fin del Apartheid en Suráfrica.

También Cuba fue fundamental en la lucha antiimperialista del heroico pueblo vietnamita, y en sembrar la semilla en Bolivia, donde entrega su vida el Che.

Má allá de las dificultades de todo tipo, en los últimos años Cuba siguió marcando el rumbo del internacionalismo, con la coherencia impuesta por Fidel. En Córdoba más de 5.000 de nuestros padres y abuelos han resuelto su problema de vista gracias a Operación Milagro, y los médicos cubanos siguen yendo a Brasil, a Venezuela, y a otros países de nuestra Patria Grande a llevarles salud a los que nunca vieron ni un enfermero. En Haití, mientras el resto de los países sigue mandando soldados, Cuba manda maestros, ingenieros, médicos. Todo eso es por el rumbo marcado por Fidel.

Y ese será el legado que tendremos que tomar para llevarlo como bandera, el internacionalismo, la cualidad más hermosa de un revolucionario. En tiempos de xenofobia y racismo, de mentira y muerte. Será necesaria entonces más coherencia, más sacrificio, más verdad, más vida, para desmentir lo que dice Malcorra, porque aquí no se termina ninguna etapa.

Aquí, la vida siempre va a vencer a la muerte. Por los que nos marcan el camino, como Fidel, pero sobre todo por los que vendrán atrás nuestro, y a quienes les tendremos que marcar el camino. El mejor homenaje a Fidel será entonces mantenerlo vivo en cada acción, en cada convicción, en cada momento, y esa es la verdadera victoria final.

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